Criptoinvierno, especulación y justicia poética

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Este será el último post de 2022 en nuestro blog, y los aficionados (si es que hay alguno) sabéis que nos gusta despedir el año de alguna manera un poco distinta. En otras ocasiones hemos optado por florear la efeméride con alguna inocentada o incluso con un cuento de Criptonavidad, pero esta vez el amenazador criptoinvierno que se cierne sobre nosotros es tema más que suficiente para desbarrar un poco.

Agh, ¡qué es eso! Creo que el término quiere representar la idea de un momento de recesión en el mercado de las criptodivisas, pero como pasa con tantas cosas en este asqueroso mundo nuestro se ha convertido en otro manido tópico que se blande en función del interés de cada cual. Yo miro por la ventana y veo la cosa parecida; hace frío, lo cual no es de extrañar, porque estamos en invierno. En el de verdad.

Y, de todas formas, ¿cuál es el problema? Bueno, para los inversores en este arriesgado (mira que os lo dijeron, una y otra y otra y otra vez, y encima os cabreabais) mercado se entiende el rechinar de dientes, pero fuera de eso, y os aseguro que hay vida más allá de los exchanges y las wallets, no es para tanto. En cuanto a la tecnología blockchain, tampoco; incluso podría ser bueno y todo.

¿Qué? ¡Este es Johnny Winters (by Dena FLows)! En serio, estoy de becarios…

FTX, la rueda y el potro

Todo esto viene al hilo de este artículo en Xataka de Enrique Pérez, en el que se señala la diferencia entre las criptomonedas y la tecnología que las sustenta. Confundir lo uno con lo otro es, creo que ya lo hemos dicho alguna vez, como confundir la rueda (una tecnología) con el potro de descoyuntamiento (en el que se usan ruedas); que digo yo que ya no debería hacer falta ni decirlo, pero bueno.

A Enrique le preocupa si el término “blockchain” se ha contaminado para siempre por hechos luctuosos como la debacle de FTX y los desmanes de gente como Sam Bankman-Fried (no quiero hacer leña del árbol caído, pero solo con el nombre del tipo —parece un juego de palabras entre “banquero” y “Friedman”— era para sospechar). La preocupación es legítima si suponemos una apabullante falta de información que permita confundir la rueda con el potro.

Podría ser. Podríamos decir, “ay, pobre ser humano del siglo XXI, que no sabe distinguir la rueda del potro, y por rechazo al potro se ha cargado la rueda”. Seguramente no sea el caso. Tiene pinta, más bien, de tulipomanía. O sea, de un caso de especulación salvaje y tonto el último.

Ojo, aquí nadie tiene nada en contra de la noción de inversión, faltaría más. Y, por otro lado, los casos de uso y aplicaciones de la tecnología blockchain ya son una realidad tangible, y no dependen en absoluto de los vaivenes del precio de una de esas aplicaciones, lo que parece apoyar la hipótesis de que no falta información, sino que sobran tiburones y rémoras.

Ah, y por el mercado cripto no lloréis; mientras haya alguna posibilidad de lucro fácil y rápido a base de engañarnos entre nosotros, sobrevivirá. Hala, feliz 2023.