Yo antes trabajaba en un sitio de comida rápida. Era repartidor. “Gigantes, buenas tardes, le atiende Víctor” (supongo que puedo decir el nombre, hace tiempo que cerró. Una pena, vaya hamburguesas hacía Toni…). Era un modelo de contacto directo: el cliente llamaba por teléfono, le elaborábamos su pedido, se lo llevábamos a su casa, pagaba y listo.
Luego llegaron Just Eat, esos que van de amarillo y compañía. Es un modelo indirecto. El restaurante ofrece su producto a través de una web, el cliente pide a través de la web, el restaurante elabora y envía el pedido, y el intermediario se lleva una comisión. Jugosa. No tanto como las hamburguesas de Toni, pero jugosa.
Pues ahora hay otra opción. El cliente pide (y paga) en una app, el restaurante elabora y envía, y listo. La transacción se realiza a través de una blockchain, por lo que es muchísimo más rápido, seguro y barato. La comisión es de menos de la mitad. El cliente recibe recompensas. El restaurante participa en las ganancias. Así sí, ¿eh, Toni?
Un gran incentivo al comercio local
La iniciativa en cuestión se llama Peepl, se basa en la blockchain de Fuse y habilita una especie de criptomoneda localizada, utilizable solamente en una red localmente establecida. El cliente recibe un regalo del 5-10% del gasto realizado en esa criptodivisa, inmovilizado durante un tiempo en la red, y los negocios (porque quien dice restaurantes dice… lo que sea) tiene ventajas de gobernanza y réditos en la propia red.
Alegan que si menos impacto ambiental, que si un David contra Goliat; que sí, que vale… Lo del impacto me lo creo poco (si vas andando a por tu comida tu huella ecológica es menor todavía, te lo aseguro), y lo de David, pues siempre se puede bajar la comisión, ¿no? Lo que es impepinable es la inyección de energía a la red comercial local.
Al alcalde de Liverpool le ha encantado la idea (se ve que arrancan allí), y ha apoquinado 700000 libras; suyas no claro, del sufrido contribuyente. Es lógico. Al fin y al cabo, si todas esas recompensas terminan moviendo el panorama comercial de proximidad de la ciudad (que seguro que está jodido, como todos), miel sobre hojuelas.
Algunos apuestan por robots para repartir y entregar las compras. Otros, por una inversión en economía local. Son casos de uso muy divergentes a partir una tecnología común, la DLT. Y cada cual que elija la que más le gusta. Yo lo tengo claro; conocí a la que hoy es mi mujer gracias a Gigantes. Pero de eso no tiene la culpa Toni…