El futuro de la economía 4.0 será verde, o no será. O, sin dramatizar tanto, las actividades de la llamada economía circular tienen un importante margen de crecimiento a medio plazo. La inversión en energías renovables es un buen ejemplo. Y si se financia mediante blockchain, mejor que mejor.
Y ahí está la startup valenciana Crowmie dando ejemplo con su primer proyecto, la financiación mediante tokenización de la planta fotovoltaica de autoconsumo de la fábrica de Typsa, en Zaragoza. Como cifras en titulares: casi 115.000 € de 44 inversores de 8 países, con una rentabilidad acumulada de 23,5 % en 5 años. No está nada mal.
Crowmie es parte integrante del dinámico nido de empresas tecnológicas emergentes valenciano orquestado por Startup Valencia, que cuenta con su propio hub blockchain (por cierto, entre los miembros del ecosistema de Startup Valencia también está Lanzadera). Por lo que se ve está dando sus frutos.
En la encrucijada entre fintech y greentech
Declarada simple y llanamente como una plataforma de inversión, Crowmie recurre a la técnica de la tokenización de activos (en este caso con el token CROW-TYP) para obtener financiación para proyectos ambientalmente sostenibles; lo que viene a consistir en la “traducción” de bienes físicos a activos digitales. No es el primer caso, pero sí en cuanto a energías renovables se refiere.
El proceso de inversión se ve enormemente simplificado mediante el registro digital distribuido de este tipo de transacciones (en este caso además supervisadas por una ESI), que por otro lado también se benefician del importante ahorro en gastos y tiempos de gestión para ofrecer jugosas rentabilidades (como ya ocurrió con la compensación y liquidación de valores con blockchain).
La inversión se hace así más transparente y accesible al pequeño inversor, que en el caso de Cowmie puede participar a partir de 100 € y hacer un seguimiento detallado y en todo momento de su portafolio, transacciones y rendimientos (que procederán principalmente de la comercialización del excedente de energía generado por la instalación fotovoltaica).
Es así como dos fuerzas en principio y hasta ahora poco compatibles, la sostenibilidad ambiental y la inversión de capitales, se encuentran y crean una sinergia que favorece los intereses particulares de los inversores sin sacrificar, al contrario, los intereses generales de la sociedad y el planeta. ¿Quién da más?