La trazabilidad es la posibilidad de seguir el rastro de un producto desde su origen y a través de cualquier transformación hasta el usuario final. Es uno de los puntos fuertes, quizá el mayor, que la tecnología blockchain pone al alcance de empresas y consumidores de forma sencilla, ágil y económica. Ya conocemos algunos ejemplos para los casos de los alimentos, los medicamentos e incluso las armas.
Ahora, el objetivo es el cobalto, un material estratégico que sirve, entre otras muchas cosas, para hacer funcionar las baterías eléctricas de buena parte de nuestros aparatos electrónicos y, también, las baterías de los coches eléctricos de última generación. Un mineral cuya extracción, no es ningún secreto, está envuelta en turbios negocios que incluyen, entre otras lindezas, el trabajo infantil prácticamente forzado.
En un esfuerzo ético sin precedentes, tres empresas (IBM, Ford y LG, sobran las presentaciones) han decidido vigilar el origen de la materia prima que utilizan. Su cobalto procede de las minas de la República Democrática del Congo, pasa por las plantas de refinamiento chinas y se emplea en la fabricación de baterías en Corea del Sur, baterías que pasan a formar parte de los dispositivos electrónicos y coches eléctricos de LG y Ford.
¿El fin el cobalto “sucio”?
El proyecto no es el único que ha aparecido en esa línea, pero el uso de la DLT de IBM e Hyperledger (en el marco del proyecto Fabric) para trazar el recorrido del cobalto desde las minas congoleñas hasta las fábricas norteamericanas sí lo convierte en una iniciativa muy a tener en cuenta. RCS Global, especialistas en la materia, será la empresa que auditará todo el proceso.
Hasta ahora, si una empresa quería cobalto “limpio”, era necesario que un responsable de esa empresa se personase en las minas para inspeccionar si las condiciones de extracción le parecían suficientemente éticas como para no ir contra su política de empresa y la sensibilidad de sus clientes. Un trabajo de chinos. Ahora, las cadenas de bloques harán el proceso mucho más fácil y eficiente.
Todos sabemos que las multinacionales no son precisamente hermanitas de la caridad; es la presión de los consumidores, sus clientes, las que las hace portarse bien. En cualquier caso, si esta iniciativa permite reducir prácticas indeseables a nivel humano y ambiental, como el trabajo infantil o la destrucción de ecosistemas, bienvenida sea.