Los casos de éxito de aplicación de la tecnología blockchain brotan como champiñones día tras día. Surgen sobre todo en los ámbitos de la certificación digital y la trazabilidad de productos, donde la DLT está demostrando que puede facilitar las tareas y aportar valor para los actores implicados.
Hoy toca hablar de un sistema de trazabilidad del aceite de oliva, el que están poniendo en marcha el Grupo de Desarrollo Rural de la Subbética y la cooperativa Almazaras de la Subbética. El objetivo: permitir al cliente final (y a cualquier empresa intermediaria) conocer todos los datos acerca del origen de las partidas de las aceitunas empleadas en la elaboración del aceite de oliva virgen extra de la cooperativa, así como todas las demás operaciones del proceso productivo.
El meollo del convenio son los 13.000 euros que financiarán la puesta en marcha del sistema, que entrará en funcionamiento en esta campaña 2019-2020 y se orientará en un primer momento al mercado internacional. La idea es dar una información veraz y transparente (que no necesariamente filtrada) acerca de la calidad del aceite, lo que aporta, como decíamos, valor al producto.
Una implementación blockchain made in Córdoba
En este caso, todo queda en casa. La idea original surge del Trabajo Fin de Máster de Jesús Muñoz, alumno del Master de Transformación Digital de la Universidad de Córdoba, y será llevado adelante por NoSoloSoftware, una empresa cuyas raíces están asimismo en Córdoba. Un gran ejemplo de que este tipo de proyectos pueden gestarse en entornos locales sin que sean necesariamente focos tecnológicos punteros.
La lista de productos agrícolas trazados a través de la tecnología blockchain empieza a ser muy larga. Mirando atrás en nuestro propio blog, encontramos sidra, snacks, vino… Y todo esto sólo en el sector de la alimentación; si entramos en el trazado de otros productos e incluso procesos o servicios, el volumen se dispara.
Así, parece evidente que la aplicación de la DLT a la trazabilidad de productos está madura y a pleno rendimiento. Su generalización parece cuestión de tiempo y de escala, pero lo que salta a la vista es que cada vez más empresas abren los ojos ante el valor añadido que puede acarrearles incorporar la tecnología a sus procesos de producción, distribución y comercialización.
No se puede poner puertas al campo y el líquido elemento sigue su propio camino, hasta ahí estamos de acuerdo. No obstante, sí se puede etiquetar y seguir la pista del oro líquido para que sea, si no más dorado ni de mayor calidad, sí mejor valorado por los compradores conscientes que no se fían de los eslóganes publicitarios simplistas.